Me quiero fijar en un párrafo en particular:
Dada la implosión de la clase política peruana, le toca al Acuerdo Nacional convocar a un grupo de ciudadanas y ciudadanos impecables, que los hay, y encargarles redactar un borrador de constitución que se sometería a una o varias consultas, quizás con diversas opciones y alternativas, aprovechando las tecnologías digitales tan versátiles que tenemos a disposición. Este grupo de notables tendrían una importante representación del mundo académico, que son los que saben, otra importante representación del mundo empresarial, que son los que mandan, y otra importante representación de la sociedad civil, que tienen los contactos, los vínculos con todas las sangres y con la madre naturaleza. Si se logra ir avanzando en este camino, planteando los temas relevantes del cambio constitucional, desde los expertos y las instituciones, en consulta con la población, se podrá ir creando un clima constituyente, y quizás, en algunos meses, arribar a un momento constituyente, que unifique al país y logre los consensos necesarios.1
Estoy de acuerdo con la noción de que cualquier proceso constituyente en el Perú tiene que incluir un factor tecnocrático. El cómo se dará esta integración es obviamente importante: si un borrador tecnocrático integraría las demandas ciudadanas, o si las demandas ciudadanas serían reconfiguradas por un sector tecnocrático. Ya solo esta cuestión está determinada por las reales posibilidades de representación política. Si pensamos dicho vínculo representacional funcionalmente, entonces cabe preguntar qué es lo que estos representantes, sean tecnócratas o asambleístas elegidos, buscan representar.
Este marco funcionalista nos mueve fuera de la sospecha de calidad representativa. La pregunta inicial no es si el representante reúne en su vocabulario político una suerte de síntesis de los vocabularios políticos de sus representados. En vez de eso, la pregunta es si el vocabulario político del representante logra articular un vínculo funcional entre representante y representado: en términos simples, si el representante logra autoridad y correspondiente responsabilidad hacia los representados. En este marco, es este vínculo representacional el que constituye a los representados. Incluso, uno podría decir que los representados son concebidos hipotéticamente. Si aplicamos este marco a la cuestión representativa peruana, resulta que los partidos de izquierda no han logrado el estatus de representantes, pues su hipótesis representativa ha fracasado: los movimientos de protesta popular no responden ('responder' en el sentido robusto) ni a Vladimir Cerrón, ni a Verónika Mendoza, ni a Antauro Humala.
Volviendo a la propuesta de Villarán, tomándola en serio, es preciso preguntarse si este estatus de representante lo podría adquirir un grupo de tecnócratas, y cómo lo obtendría. La misma pregunta vale para el constituyente mismo: ¿sería un representante? Otra vez, corremos el riesgo de que este nuevo pacto social no funcione. Si la selección de tecnócratas parte de un Acuerdo Nacional que hasta ahora ha aparecido como casi contingente respecto al desarrollo político, delegándole la función de representante a cientos de cabezas, creo que el fracaso es obligatorio. El contenido del texto es de poca importancia si no cumple dicha función, si no adquiere dicho estatus y es capaz de defenderlo por un segmento extendido de tiempo.
En ese sentido, la propuesta de Villarán es en verdad consecuente respecto al participio que abre el párrafo citado: "Dada la implosión de la clase política peruana..." Es de esta falta de apreciación de las mecánicas de la política peruana que parte una alienación fatal: no me gusta esta política, que me caiga otra del cielo. Pues lo que se tiene que apreciar es que la política peruana como la vemos hoy en día es el desarrollo real del estatus del representante. Insisto: esto no quiere decir que los partidos en el hemiciclo o que el Ejecutivo represente a sus representados, si por 'representar' entendemos la acepción que rechacé arriba. Lo que quiere decir es que las instituciones políticas peruanas son las ruinas de vínculos representativos que alguna vez funcionaron, para después fracasar, como está en la naturaleza de las cosas. Algunos vínculos persisten: Alianza para el Progreso, y Fuerza Popular, por ejemplo. Otros vínculos emergieron para fenecer, como el establecido por el estatus de representante de Pedro Castillo. Estas ruinas tienen historias de coaliciones de capital, coaliciones identitarias, y antiguas así como actuales disputas.
Si baja de los andes un princeps (individual o colectivo) que demuestre suficiente virtud como para ganar el estatus de representante y conferírselo a un proceso constituyente y por lo tanto a una nueva constitución, será por entender el carácter histórico de estas ruinas. Solo este princeps puede legitimar a estos o aquellos tecnócratas y lograr llevar el proceso político hasta su final.
De otra manera, toda esperanza política en el Perú es un deus ex machina: es una fábula que nos podemos contar para esperar algún mesías.
Bologna,
27 de enero de 2023
https://otramirada.pe/respuesta-waldo-mendoza-el-modelo-econ%C3%B3mico-y-la-constituci%C3%B3n